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Inteligencia Emocional: hoy más que nunca

Autor: Luis Villafán



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¿Cuándo surge este concepto? 

La inteligencia emocional, concepto que ha ganado una relevancia en la sociedad contemporánea, se erige como una herramienta para navegar por el complejo entramado de nuestras emociones y relaciones interpersonales. En un mundo cada vez más interconectado, la capacidad de comprender, expresar y gestionar las emociones se ha convertido en un recurso esencial para el éxito personal y profesional. Este término fue acuñado por el renombrado psicólogo y periodista científico Daniel Goleman, cuyo impacto trasciende el ámbito académico para influir también en la vida cotidiana. Goleman introdujo la inteligencia emocional en su libro "Emotional Intelligence" en 1995, consolidando así un campo de estudio que transformaría la manera en que entendemos nuestras propias emociones y las de los demás. 

El paradigma de la inteligencia emocional propuesto por Goleman nos brinda una nueva dimensión de la competencia humana. Al subrayar la importancia de la autoconciencia, la autorregulación, la empatía y las habilidades sociales, Goleman diseña una ruta para el desarrollo de la inteligencia emocional. Desde entonces, su obra ha inspirado a profesionales, educadores y líderes de todo el mundo a incorporar estos principios en sus vidas y entornos laborales. A medida que enfrentamos desafíos emocionales en un panorama global cada vez más complejo, la inteligencia emocional se presenta como una luz en el camino hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos y de los demás, forjando así un terreno fértil para relaciones más saludables y sociedades más resilientes 


Y, ¿qué es la inteligencia emocional? 

La inteligencia emocional se define como la habilidad para reconocer, comprender, gestionar y utilizar las emociones propias y las ajenas de manera efectiva. Este constructo va más allá de la inteligencia académica tradicional, abarcando dimensiones cruciales de la experiencia humana. Goleman identificó cinco componentes fundamentales que constituyen la inteligencia emocional: la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales. La autoconciencia implica el reconocimiento y la comprensión de nuestras propias emociones, mientras que la autorregulación se refiere a la capacidad de gestionar y controlar estas emociones de manera constructiva. La motivación, en el contexto de la inteligencia emocional, impulsa la orientación hacia metas y la perseverancia frente a desafíos. La empatía, por su parte, representa la habilidad para comprender y experimentar las emociones de los demás, y las habilidades sociales engloban la capacidad para gestionar eficazmente las relaciones interpersonales. 

La inteligencia emocional se erige así, como una brújula en las interacciones cotidianas, tanto en el ámbito personal como como en el profesional. La capacidad de comprender las emociones propias y las de los demás no solo fortalece nuestras relaciones, sino que también contribuye al bienestar individual y colectivo. En entornos laborales, la inteligencia emocional se traduce en un liderazgo más efectivo, mejores habilidades de comunicación y equipos más cohesionados. 

La contemporaneidad de la inteligencia emocional se acentúa aún más en un mundo BANI (frágil, ansioso, no lineal e incompleto) y VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). En esta sociedad hiperconectada, donde la información fluye incesantemente y la incertidumbre es la norma, la habilidad de adaptarse emocionalmente y gestionar el estrés emerge como una competencia crítica. La inteligencia emocional no solo se erige como un baluarte frente a la adversidad, sino que también se convierte en el cimiento sobre el cual construir la resiliencia, el asertividad y la compasión necesarias para enfrentar los desafíos inesperados que caracterizan a los entornos BANI y VUCA hoy presentes en el hogar, en la escuela, en la universidad y en el trabajo. En esta dinámica, la inteligencia emocional no solo es una herramienta, sino un catalizador para la transformación social, cultivando sociedades más equitativas, comprensivas y, sobre todo, emocionalmente inteligentes. Esta necesidad se torna más imperante que nunca en la actualidad, donde la habilidad para comprender y gestionar nuestras emociones, así como las de los demás, se convierte en un recurso esencial para navegar la complejidad de los entornos. 


Educación emocional 

En este contexto desafiante, la necesidad de una educación emocional se presenta como un imperativo crucial para equipar a las generaciones actuales y venideras con las herramientas necesarias para un crecimiento personal integral. Al incorporar la inteligencia emocional en la educación, se proporciona el fundamento esencial para la generación de un mejor tejido social. Una educación emocional bien concebida no solo fomenta el desarrollo de la persona, sino que también impacta positivamente a la sociedad. 

Los desafíos contemporáneos demandan más que nunca una educación que vaya más allá de la mera acumulación de conocimientos académicos, orientándose hacia la formación de individuos emocionalmente inteligentes y socialmente competentes. La capacidad de comprender y gestionar las emociones propias, así como interpretar las señales emocionales de los demás, se convierte en una competencia esencial para abordar no solo las demandas profesionales, sino también los desafíos interpersonales y éticos de nuestra era. 

En resumen, la integración de la inteligencia emocional en la educación nos permite enfrentar con más solvencia los desafíos contemporáneos y nos encamina hacia una sociedad con personas competentes y al mismo tiempo, más humanas. 

luis.villafanam@anahuac.mx 
@drluisvillafan 
Coordinador de la Maestría en Educación 
Universidad Anáhuac Puebla 



Fecha de publicación: 14/02/2024